¿De qué tengo miedo?
Hace unos meses le pedí permiso a mi Lama para platicar de mindful eating con los grupos de meditación que hay en otras ciudades del país. Mi idea era programar una reunión por Skype y darles una pequeña introducción. Él me preguntó que por qué quería hacerlo y le dije quería compartir con todo el mundo lo que había cambiado mi vida y mi manera de dar consulta. Mindful eating o comer con atención plena sirve, no sólo para entrenarnos en poner atención en cada cosa que hacemos, sino también para disfrutar la comida que nos comemos y empezar a cuidar mejor nuestro cuerpo.
Se quedó pensando unos segundos y me dijo que una sesión por Skype no daba tiempo para mucho, así que me hizo otra propuesta. Yo debía diseñar y mandarle un plan con temas, ejercicios y reflexiones para subir a la página de internet. De esta manera, más alumnos podrían consultarlo y usarlo en su vida diaria.
Yo llegué con la idea de un video de media hora y él me ofreció un curso completo. ¿Y sabes qué ha pasado? No he empezado. Cada vez que pienso que me tengo que sentar a diseñarlo me da miedo.
Las primeras semanas usé la excusa del tiempo: tenía otras cosas más urgentes y no me daba tiempo. Después se volvió evidente que las cosas urgentes ya habían pasado y ahora tenía unas nuevas cosas urgentes. Estaba mintiéndome.
Me puse a revisar. ¿Qué tengo? Miedo. ¿De qué? De que no le sirva a nadie. ¿Segura? No, no es eso. Estoy segura que la práctica de alimentación con atención plena puede hacernos más felices, y de camino, más sanos. ¿Tengo miedo de no hacerlo bien? No, me siento preparada y creo que lo haría muy bien. ¿Entonces qué pasa? (Noto que mi mente se queda en silencio, trata de cambiar el tema, distraerme, mi cuerpo de siente incómodo… Espero un momento más a ver si encuentro la respuesta).
Tengo miedo de que me critiquen, que digan que soy blablablá….
¡Ahí está el problema! Lo encontré. No eran mis ocupaciones, no era la falta de tiempo, no es el tema, ni tampoco mi preparación. Me detiene el miedo al qué dirán. Yo que siempre he dicho (como casi todo el mundo) que no me importa lo que los demás piensen de mí, aquí confieso que en realidad sí me importa. Y no sólo eso, me está deteniendo para hacer esto.
Ahora que veo el problema claramente, me doy cuenta que ya lo había visto antes en otras personas. Lo veo todo el tiempo en todas mis consultas, en lo que platican las mamás primerizas en La Chorcha, en lo que comparten los participantes de los Talleres. Estamos en una lucha constante tratando de llevar una vida doble: lo que quisiéramos estar haciendo, pensando y viviendo, y lo que en realidad hacemos. Nos traicionamos a nosotros mismos.
Tal vez alguna vez has notado que tienes una voz sabia que te dice la verdad, que te aconseja, que te ayuda a contestar tus preguntas más profundas. Pero esa voz no siempre coincide con lo que oyes afuera, con el “deber ser”. Así que entras en conflicto.
Algunas mamás dudan de su instinto de cargar al bebé y terminan por aceptar que “es mejor que el bebé no se acostumbre a los brazos”. Otras mamás terminan por imponer las mismas reglas de disciplina en la mesa que ellas odiaban de niñas. Algunos adultos prefieren confiar que esta dieta sí va a funcionar, y otros siguen peleando con el botón de sus pantalones, en lugar de hacer las paces con su cuerpo y comprar ropa que se sienta bien.
Así como aprendimos a ignorar las señales de nuestro cuerpo cuando tiene hambre, aprendimos a ignorar nuestra sabiduría interna, nuestra brújula. Todo en nombre de “una buena reputación”.
Que nadie hable mal de mí, que no se note que subí de peso, que todos vean qué bien lo hago, que nadie se dé cuenta lo que en realidad estoy pensando. Lo malo es que la buena reputación no sirve para nada. Tarde o temprano nos daremos cuenta que hemos vivido infelices, haciendo lo que no queríamos hacer, perdiéndonos momentos maravillosos con nuestros hijos, limitándonos la comida por culpa de un número en la báscula, o como yo, deteniendo algo que quiero hacer por miedo. Algunas personas se dan cuenta pronto, y otras se dan cuenta hasta que van a morir. Yo quiero ser de las que se dan cuenta pronto.
Así que esta semana daré el primer paso. Ya reservé una mañana para empezar a diseñar el proyecto. No hay otra manera de seguir mi brújula más que dando un salto.
¿Y tú? ¿En qué pensaste cuando leíste mi post? ¿Te acordaste de algo que siempre has querido hacer pero que no te has atrevido? Cuéntame qué te ha detenido y qué se te ocurre para dar el primer paso.
Categorías: Adultos, Autocuidado, Crianza, Mindful eating, Mindfulness
Escrito por Guadalupe Rozada
Comments are closed here.