El Club de las Ahorra-tiempos
La palabra más repetida en mi casa durante la infancia era “ahorrar”. Mi mamá la usaba en diversas modalidades:
- En el super: “No podemos comprar dulces, estamos ahorrando.”
- En las tiendas de zapatos: “¿Y si me llevo 4 pares, cuánto es lo menos? Queremos ahorrar.”
- En las vacaciones: “Queremos ahorrar en el hotel, así que ustedes dos se esconden para que no nos cobren otro cuarto.”
La Jefa era bárbara. Ahora que yo soy mamá y veo lo que vale UNA colegiatura, entiendo la insistencia en ahorrar. Nosotros éramos cuatro, ¡había que ahorrar!
El concepto de ahorrar me gustaba mucho. Ví que podía ahorrar luz, agua o gasolina si los usaba con cuidado.
También aprendí a ahorrar tiempo. ¿Cómo es eso? Te doy unos ejemplos a ver si te suena 🙂
Si haces varias cosas cada vez que te toca un alto, si aprovechas la hora de la comida para contestar algunos correos, o si aprovechas mientras ves la tele para hacer algo más, mucho me temo que tu también eres una Ahorra-tiempos. ¡Bienvenida al Club! ¿No sabías que había un club? Jajajaja, somos muchas.
Vivimos engañándonos con que somos más eficientes, pero en realidad sólo estamos más distraídas y menos atentas.
Y como ya te he platicado en este post o en este, menos atentas significa que disfrutamos menos. Tal vez hacemos más, pero sentimos y vivimos menos.
No creas que cuando nació la Burbuja se me quitó. ¡Noooooo! Cuidar a esa niña era una fuente inagotable de tiempos muertos. Siempre estaba esperando algo: esperando que se durmiera, esperando que se despertara, esperando que comiera, esperando que terminara de comer… una espera interminable. Así que “aprovechaba” para hacer otra cosa. Ni modo que estuviera ahí sentada sólo viéndola. ¡Qué pérdida de tiempo!
Jajajaja, ternurita. Ya sabes cómo es esto… Yo recibo mis lecciones de ella.
Desde bebé sabía si le estaba poniendo atención o no. Con su manita movía mi cara del teléfono para que la viera a ella, me quitaba lo que estuviera haciendo o me pegaba un grito para que volteara a verla.
Suertuda yo, la niña es bastante insistente. Si quiere que vea su dibujo, su torre, su cochinero o su marometa, lo va a lograr.
Así que, poco a poco, mi Burbuja maravillosa fue desprogramándome para poder estar presente con ella, poniéndole atención. Simplemente poniéndole atención.
Empecé a notar que estar con ella me recargaba las pilas, me sentía feliz, relajada. Ella estaba también de mejor humor, y nuestra convivencia la hacía sentirse segura, escuchada y cuidada. No necesitábamos hacer grandes cosas, simplemente estar ahí con ella y acompañarla en sus juegos era suficiente.
Hoy, como siempre, la cosa ha cambiado. La Burbuja disfruta mi presencia y también mi ausencia. Le gusta encerrarse en su cuarto y jugar sin que esté yo de metiche haciendo preguntas impertinentes.
La enorme demanda de mamá de los primeros años ya pasó. Ya no me quiere contar qué hizo en la escuela porque es SU mundo y a veces no lo quiere compartir. Ya no pide ayuda en casi nada, ya no quiere abrazos, besos ni tanta atención. La Burbuja ha empezado a caminar su camino, distinto al mío.
Me siento afortunada de haber estado presente en esos años tan maravillosos y de haber disfrutado a mi niña.
Pero ahora, de repente, tengo más tiempo libre. Unos minutos por aquí, un ratito por allá. ¿Y qué crees que pasó? La Ahorra-tiempos volvió. ¡Chin!
Si quieres saber cómo la caché y qué apodo me puso el Bendito Esposo, quédate pendiente del siguiente post.
¿Te gustó este artículo?
Si aún no te suscribes a mi boletín, hazlo aquí. Créeme, diversión garantizada.
Categorías: Crianza, Familia, Mindful parenting
Escrito por Guadalupe Rozada
Comments are closed here.