El mejor consejo para cuando tienes hambre
Imagina que una amiga muy cercana te pide consejo. Tiene una situación muy difícil con su familia y no sabe qué hacer. Ya intentó los caminos típicos pero el desacuerdo continúa. Todas las ideas que se le ocurren para resolver la situación tienen pros, pero también contras. Te parece que ella sigue buscando una solución perfecta, que resuelva y todos queden contentos pero no existe. Tiene que tomar una decisión y evaluar qué es lo más importante para ella y qué está dispuesta a perder.
¿Alguna vez te has encontrado en una situación así?
A veces la decisión que hay que tomar es bastante sencilla pero no nos atrevemos a tomarla. Puede ser que nuestro instinto nos diga una cosa pero que todo el mundo opine diferente. Puede ser que nos preocupe el qué dirán, o que decidir eso signifique romper nuestros propios esquemas. Pero muy en el fondo, si somos capaces de ir separando las voces de los demás, los consejos, la cultura, la religión, lo que quisiéramos que fuera y no es… si somos capaces de verlo y hacerlo a un lado, encontraremos nuestra respuesta.
El cuerpo funciona de la misma manera. Hay una señal muy clara y muy específica de hambre (y su otro lado, la saciedad), pero hay muchas otras voces que nos confunden. ¿Cómo sabes en realidad que tienes hambre? No me refiero a los movimientos del estómago que indican que está vacío, ni al antojo que te dio al oler un pastel cocinándose. Me refiero al hambre fisiológica, lo que la Dra. Jan Chozen Bays llama “el hambre celular”. Esa hambre que tienes después de estar varias horas en ayuno, o que sientes después de hacer alguna actividad física, o que sientes el domingo que te despertaste tardísimo y aún no desayunas. Esa hambre que involucra a todo el cuerpo y que te mueve inevitablemente a buscar algo de comer.
Esa es el hambre de tu cuerpo, la que hay que atender comiendo. A veces toma un poco de tiempo ubicarla y distinguirla de todo lo demás, pero es el hambre más confiable. Además, esta hambre habitualmente pide lo que necesita. No es tan específica como para pedir un mollete con aguacate y salsa, pero sí te puede dar señales de que necesita carbohidratos, o proteínas o grasas.
Aprender a sintonizarla, hacerle caso y lograr separar el resto de las voces toma tiempo. ¿A qué me refiero con las otras voces? Igual que en mi ejemplo al inicio, hay muchos participantes: está la voz de tu mente que te dice qué deberías (o no deberías) estar comiendo, también está la voz de tu boca (que siempre quiere seguir comiendo), la voz de tus ojos (que se les antoja todo lo que ven), la voz de tu corazón (que puede estar pidiendo atención, compañía, cariño) y otras voces más. Todo esto se mezcla y terminamos comiendo por las razones equivocadas. Como cuando terminamos haciéndole caso al estilista, a la suegra o al blog de internet.
Empezar a escuchar a tu cuerpo y a sus señales te permitirá alimentarte de una manera más saludable, darle a tu cuerpo lo que necesita – distinguiendo los momentos en que necesita comida de los momentos en que necesita otra cosa. ¿Y sabes cuál es el plus? Al ir reconociéndote a ti y a tus necesidades, esta habilidad se extiende a otras secciones de tu vida. Te vuelves más hábil para reconocer este mismo patrón en otras áreas de tu vida, y vas pudiendo resolver con mayor claridad e intuición para darte aquello que necesitas (como decirle NO al que te ofrece teñirte de rubia platinada porque es lo que viene….)
Categorías: Adultos, Mindful eating, Mujer, Nutrición
Escrito por Guadalupe Rozada
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