Los 3 mitos en la alimentación de Esperancita y Miguelito

La mayoría de los problemas que hay entre adultos y niños por comida se deben a uno de estos 3 mitos. Los adultos tenemos una idea equivocada de cómo se alimentan los(as) niños(as) y cuáles son nuestras responsabilidades en ese proceso. Así que cuando se arma un desastre y no logramos corregirlo, pensamos que algo debería estar mal con nuestra(o) hija(o) en lugar de sospechar de nuestro plan…

Así, llegan mamás y papás a mi consultorio preguntando cómo podrán corregir a Miguelito que sólo quiere comer pan y pasta, o cómo podrán lograr que Esperancita “aprenda a comer bien”… siempre con la idea de que su hijo(a) está mal. Y en muchos casos, lo que hay que corregir es la información que tienen los papás.

Así que vamos aclarando estos 3 puntos básicos y quitándole un peso de encima a mamá y a papá, tan estresados porque Miguelito y Esperancita no quieren comer bien.

 

  1. Yo le tengo que enseñar a comer bien

—Pobre Miguelito, es un bebé muy simpático pero tiene que aprender muchas cosas todavía. Bendito el cielo que ya nació sabiendo respirar y hacer pipí solito, porque lo demás tendrá que aprenderlo —dijo la tía abuela de Miguelito.

Falso. Los bebés  y los niños pequeños son capaces de distinguir las necesidades de su cuerpo con una exactitud sorprendente: saben perfectamente cuándo tienen hambre, cuándo ya están satisfechos, cuándo están cansados, cuándo tienen ganas de jugar, etc. El problema es que su ritmo y el nuestro no siempre coincide y esto puede ser latoso: le da hambre a otra hora que a nosotros, se quiere dormir en el coche antes de llegar a casa, lo acuesto y quiere jugar, lleva varios días sin terminarse lo que le sirvo…

Entonces vienen los cursos, los libros y las consultas para que algún “experto” nos diga CÓMO convenzo al chamaco para que le de hambre cuando yo desayuno y se termine todo lo que (yo considero) debe comer, y de paso, se duerma a “su hora”. Y hay dos opciones: tienes la fortuna de encontrar una explicación de lo que está pasando y te relajas, o continúas con una mayor insistencia y disciplina en el entrenamiento.

Y si continuamos con el entrenamiento, entre los 3 y los 5 años los niños finalmente logran ignorar las señales de su cuerpo y terminan por comer más de lo que necesitan con tal de hacernos felices. La buena noticia es que esto se puede revertir (¡sin importar la edad!!!!)

No temas, no llores y por favor no te azotes. Este mito es parte de nuestra cultura, lo aprendimos y lo aplicamos creyendo que era verdad. No eres la peor mamá del mundo, así como la tuya no fue la peor contigo cuando te lo enseñó, ni ninguna hacia atrás.

Lo que hay que hacer es corregir nuestra información y nuestras expectativas. Cuando eso está más apegado a la realidad, todo se vuelve muy sencillo.

Tenemos que permitir que nuestros(as) hijos(as) continúen auto-regulandose. Y esto requiere de una GRAN confianza de los adultos para saber que su hijo(a) estará bien nutrido sin tener que intervenir tanto*.

*Por intervenir me refiero a obligar, distraer, convencer o premiar para comer,  y esconder, castigar o prohibir comida.  Para leer más de este tema, échale un ojo a este post.

­ —Claro, estoy de acuerdo contigo, excepto con la comida chatarra, ¿no? Ahí sí debo esconderla —si estás pensando esto, por favor lee el siguiente mito.

  1. Hay comida buena/saludable y comida mala/chatarra

La comida es comida. No es buena ni mala. Toda la comida cabe dentro de una alimentación sana y variada. De verdad, todo se puede. La clave es la cantidad.

No vas a comer la misma cantidad de sopa que de salsa extra picante, ¿verdad? En este modelo vamos aprendiendo a elegir cuánto comer de cada cosa tomando en cuenta cuánta hambre tienes, qué se te antoja comer, qué opciones hay disponibles, etc.

Oír esto siempre da un poco de miedo porque pensamos que no habrá forma de detener que nos comamos una bolsa de papitas de 6 kilos con 2 litros de refresco (mientras Esperancita vacía el barniz de uñas en el sillón). Esta sensación siempre aparece cuando creemos que hay comida “mala” y cuando la hemos evitado por miedo.

La diferencia entre la manera restrictiva y la manera intuitiva o auto-regulada, es que en la manera auto-regulada siempre elegiremos comer aquella comida rica que nos haga sentir bien. Si, esta frase es muy poco específica a propósito. No hay reglas, sólo hay que comer y revisar con el cuerpo. Poco a poco se va afinando este balance.

Cuando todo está permitido, empezamos a elegir con verdadera libertad.

  1. Así me enseñaron y yo no salí tan mal…

—Es importante que te comas todo lo que hay en el plato,

—la verdura primero y el postre después,

—aunque sea cómete la proteína,

—hay que comer frutas y verduras todos los días,

—hay que saber comer de todo,

—esto no es un restaurante y te tienes que comer lo que hay,

—esto te hace fuerte (te ayuda a crecer, para que no te enfermes, etc.) así que te lo tienes que comer,

—no es hora de comer así que aguántate,

—ya comiste suficiente _____,

—no te paras de la mesa hasta que te termines tu comida,

—solo hay postre si te acabas ____,

—Si ahorita come mal, comerá mal toda la vida,

—Los hábitos que aprenda ahora le servirán para toda la vida,

—Si ahorita es gordo/flaco/alto/chaparro, lo será para siempre…

Pensamos que nada cambiará y esto nos hace angustiarnos. No es verdad que todos los gustos, estilos y hábitos de la infancia permanecerán toda la vida. Acuérdate de lo que más te gustaba cuando tenías 5 años; ¿sigue siendo lo mismo hoy? Probablemente no.

Tu hija(o) también irá cambiando su manera de comer, sus gustos y su manera de relacionarse con la comida. Puedes esforzarte para que aprenda a desayunar todos los días y eso no asegura que lo siga haciendo de grande (lo digo por experiencia).

Lo que sí te aseguro es que, si Miguelito o Esperancita siempre escucha y le hace caso a su cuerpo, seguirá haciéndolo de grande. Su cuerpo es su brújula y puede confiar en que siempre le dirá lo que necesita. Alimentar a su cuerpo de esta manera le permitirá tener la mejor alimentación: una que sea sana, variada, flexible, relajada y muy placentera.

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Escrito por Guadalupe Rozada


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