Menos esfuerzo y más felicidad en dos pasos
Yo creo que las mujeres de esta época nos esforzamos demasiado. Si voy a trabajar, que sean más horas de las que me pagan. Si voy a comer bien, que sea ultranutritivo, orgánico, limpio, caro y nice. Si voy a hacer ejercicio, debe ser suficiente para que duela. Si voy a arreglarme para salir, que parezca que voy a un desfile de modas. Si voy a educar a mi hijo, obedeceré al pie de la letra lo que diga el gurú de la crianza. Si voy a estimular a mi bebé, espero que se siente rápido, gatee rápido, camine rápido y se aprenda las capitales de todo el mundo antes de cumplir 3 años.
Todos estos logros los postearé estratégicamente en mis redes sociales para que el mundo pueda ver toda mi felicidad, que estoy guapísima, soy exitosísima, tengo los hijos mejor peinados y el matrimonio más amoroso del universo.
Gracias Facebook, gracias Instagram, gracias internet. Cada felicitación, comentario y like me motivan a seguir esforzándome. Voy bien, soy lo máximo y todo el mundo lo sabe.
¿Que cómo le hago? Vivo ocupadísima (y lo digo con una gran sonrisa de orgullo). Pretendo que mi interlocutor se dé cuenta que más ocupación trae más éxito y por lo tanto, más felicidad.
Ese es el guión que interpretamos las mujeres ahora. No tengo idea si lo hemos interpretado desde siempre o si sólo apareció recientemente. Lo que sé es que es el modelo de vida de competencia y autoexigencia en el que vivimos las mujeres de esta generación: “puedo hacer todo y lo voy a hacer a la perfección porque soy una chingona.”
Pero pagamos un costo. ¿Cuál? El vacío interior. El costo de esta vida vivida hacia afuera es el vacío interior.
Nos hemos volcado hacia afuera tratando de demostrarle “al mundo” lo fantásticas que somos, lo eficientes, organizadas, buenas cocineras, grandes amantes, corredoras de maratones, mamás abnegadas, trabajadoras exitosas, diseñadoras creativas, y que además nos da tiempo de estar bien nutridas, con un cuerpos fit, camioneta último modelo, vestimenta a la moda y vacaciones exóticas. Que todo el mundo me envidie.
Pausa aquí. No quiero que pienses que yo creo que las mujeres no podemos hacer y tener todo esto. Este no es el problema.
Lo que quiero que veas es que tenemos nuestra atención hacia afuera. Nos hemos comprado la historia que para ser felices tenemos que TENER MÁS y estamos haciendo un esfuerzo extremo por lograrlo. El problema es que aunque tengamos o hagamos más, no nos sentimos más felices. Así que pensamos que tal vez si tuviéramos un mejor trabajo, 5 kilos menos, esos tacones del aparador, un hijo más o una casa más grande, todos nuestros problemas se resolverían. Pero esta idea es un engaño, siempre vamos a querer más. Estamos tratando de llenar un vacío interior con cosas. Y no funciona porque son mundos diferentes.
¿Cómo puedes llenar el vacío interior? Fácil. Te voy a dar 2 simples pasos para que empieces hoy. *
- Observa
- Date un descanso
JA! ¿De verdad? ¿Personas tan brillantes como el Dalai Lama han dedicado su vida entera a enseñarnos a encontrar la felicidad y yo te propongo 2 simples pasos?
Calma. Voy a explicar un poco más para que veas que tiene sentido. Pero ya te convencí para que sigas leyendo 😉
- Obsérvate a ti: eres la persona MÁS IMPORTANTE de tu vida (suena obvio pero raramente nuestras acciones lo reflejan). Deja de observar a los otros por un instante y obsérvate a ti. ¿Cómo te sientes? ¿Qué estás pensando? ¿Cómo se siente tu cuerpo hoy? ¿Tienes hambre? ¿Estás cansada? ¿Te estás enojando? Obsérvate.
- Date un descanso: es decir, date chance. ¿Tienes hambre? Date algo de comer. ¿Estás cansada? Descansa un poco. ¿Te estás enojando? Respira, cambia de tema, o aléjate un momento. ¿Te acabas de dar cuenta que le contestaste horrible a tu vecina porque ibas con prisa? Date chance, no te maltrates, la regaste pero no necesitas darte de latigazos. ¿Te comiste medio pastel viendo la tele? Date un descanso, no te hables mal, no te maltrates.
Y se repite el ciclo hasta el infinito. Obsérvate, date un descanso, obsérvate, date un descanso.
Un ejemplo:
Reacción sobre-esforzada:
Algo no salió como tú querías. Te pones furiosa, decides que esto no lo vas a tolerar y que vas a gritar hasta que “alguien” te lo resuelva (en lugar de “alguien”, puedes poner el nombre de tu compañera del trabajo, la persona que trabaja en tu casa, el gerente del banco, tu hijo, la señorita del call-center, etc.). Acto seguido: gritas sin control. Tus músculos se tensan, tu cara se pone roja, tu entrecejo se frunce, tu corazón late a mil por hora y tus manos se cierran como puños. Te avientas tu berrinche de adulto. No importa si las cosas se resolvieron o no, cuando termina el episodio te das cuenta que se te pasó la mano un poquito. Ahora empieza la culpa, repasas el evento en tu mente y te sientes cada vez peor. Definitivamente eres la peor persona del universo por haber hecho semejante berrinche. Después del esfuerzo del enojo, la culpa te roba la poca energía que te quedaba y te sientes como un trapo. Por la falta de energía te da hambre, así que te comes todo lo que encuentras a tu paso. Recuperas tu energía pero ahora te da culpa todo lo que te comiste y se repite el ciclo.
Los 2 pasos:
Algo no salió como tú querías. 1) Te observas, te das cuenta que te sientes frustrada, enojada, tu cuerpo se empieza a tensar y estás apretando los dientes. 2) Te das un descanso: respiras profundamente, te paras y caminas un momento para relajar el cuerpo, te das cuenta lo estresada que te sientes por esto y decides no tomarlo tan personal. Tal vez piensas si hay alguna manera de resolverlo (o no) y visualizas una manera en donde no tengas que engendrarte en pantera. 1) Te vuelves a observar y notas como tu cuerpo empieza a sentirse menos apretado, tus latidos ya están a un ritmo compatible con la vida y dejaste de apretar los dientes. 2) Te vuelves a dar un descanso, te das cuenta cómo tú solita te estresas, te maltratas y te preocupas por cosas (la mayoría del tiempo) sin importancia. Decides ser más amable contigo misma. Regresas a resolver la situación sin perder de vista los 2 pasos.
¿Qué tal? ¿Se resolvió increíble todo en el segundo escenario y salieron al mismo tiempo 3 arcoiris en el cielo? No lo sé, probablemente no. Pero te apuesto que tú te sientes completamente diferente. Y cuando nos sentimos mejor, nos portamos mejor con nosotras mismas y con los demás y somos, en general, un poquito más felices.
Espero que mi propuesta de los dos pasos te haya intrigado y decidas ponerla a prueba. Estoy segura que no te faltarán oportunidades en el día para observar y darte un descanso a las exigencias. Cuéntame en los comentarios qué hiciste y qué tal te resultó.
Y si quieres recibir mis posts en tu correo (junto con noticias, eventos y tips ultrasecretos que solo escribo ahí), suscríbete a mi boletín semanal. ¡Sale todos los martes!
*Nota: No es fácil hacer lo que te propongo. Lo escribí así porque ese es el lenguaje que nos gusta ahora: todo rápido, fácil y sin esfuerzo. ¿A poco no? Si te hubiera escrito “es super complicado, toma muchos años y requiere un verdadero compromiso….” Bla bla bla, ya cerraste la página. Así que observa esta prisa con la que vives, con la que exiges que todo ocurra y date un descanso. ¡Y disfruta!
Categorías: Adultos, Autocuidado, Mindfulness, Mujer
Escrito por Guadalupe Rozada
Comments are closed here.